Cuando comencé a nadar en aguas abiertas, me di cuenta de que la verdadera batalla no era con el océano, sino conmigo misma. No importaba cuántas horas entrenara o lo fuerte que fuera físicamente; si no tenía un equilibrio físico, mental y espiritual además de conocer cuáles eran mis miedos, difícilmente iba a poder avanzar.
El autoconocimiento es el primer paso para entender de qué estamos hechos. No se trata solo de identificar nuestras fortalezas, sino también de reconocer esas áreas en las que podemos mejorar. En mi caso, tras vivir varios fracasos en mi carrera deportiva descubrí a una Patricia Guerra con una soberbia impresionante. Estos fracasos me obligaron a aprender a que existe la aceptación más no resignación. Aceptar que hay momentos en los que uno se siente vulnerable es fundamental, pero más importante aún es tener la certeza de que podemos trabajar en nosotros.
Con el tiempo, comprendí que la autoconfianza no es algo que viene de un momento de inspiración o de una charla motivacional, sino del trabajo constante y la reflexión personal.
En mis conferencias, comparto estas vivencias porque me parece vital que quienes me escuchan puedan relacionarse con esos desafíos. No hay fórmulas mágicas, solo el compromiso diario de seguir adelante. Los talleres de desarrollo humano que impartimos mi equipo y yo están diseñados para acompañar a otros en este camino, donde lo más importante es que cada persona encuentre su propio ritmo y rumbo.
[A]l final, conocerse a uno mismo es lo que nos permite tomar decisiones estratégicas con mayor claridad. La confianza en nuestras propias habilidades es lo que nos impulsa a seguir avanzando, incluso en momentos de incertidumbre o desafío. Lo que he aprendido es que estas no surgen de la noche a la mañana, requieren un proceso disciplinado, reflexión constante y un entorno que favorezca el crecimiento. Es precisamente lo que busco transmitir en mis conferencias y talleres, proporcionando las herramientas necesarias para que los líderes y equipos desarrollen un enfoque sólido y consistente.
Existen dos frases muy sencillas de recordar, que encierran en su sencillez mucha sabiduría. La primera de ellas es: “si tú lo quieres, tú lo puedes”. Esta frase me la reglo mi mamá al iniciar el cruce del Canal de la Mancha entendiendo que solo era cuestión de iniciar. La segunda frase es “rompe la barrera”, la anterior mexicana que intentó cruzar el canal de la Mancha murió durante el nado, tenía que mover los brazos y las piernas y nadar un minuto más de lo que ella había hecho para superar ese miedo y romper esa berrera. Hoy día me la paso rompiendo barreras y este es el punto fino, poner un sueño suficientemente grande delante de mi para no perderlo de vista.
Me despido de esta entrega con una frase que me repito todos los días: ¡Ponte a vivir!